En Ushuaia, en el extremo más austral del mundo, la centolla no es solo un plato: es una experiencia. Delicada, sutil y profundamente elegante, su sabor captura la esencia del mar austral en cada bocado.
Desde una pesca artesanal en el Canal Beagle hasta una mesa con vista a los Andes fueguinos, degustarla fresca, con un toque cítrico y una copa de vino patagónico, es un ritual que combina exclusividad, paisaje y placer. Un lujo que, como todo lo inigualable, solo se vive en el Fin del Mundo.
De noviembre a febrero, fuera de la veda, es el momento ideal para disfrutarla fresca y en su punto justo de sabor y textura.
La opción más destacada es al natural, hervida en agua de mar y apenas acompañada con limón. También se la puede disfrutar en cazuelas, gratinada, en risottos, pastas o sushi, siempre respetando su delicado perfil marino.
Para realzar su elegancia, se sugiere acompañarla con vinos blancos frescos como sauvignon blanc o chardonnay. Si se opta por una preparación más intensa, un pinot noir patagónico resulta una combinación exquisita.